Las previsiones
que anunciaban los informativos no eran nada motivadoras para los 600
ciclistas que tendrían que tomar la salida de la mítica etapa del
Tour del 2009 reconvertida a marcha cicloturista. Un recorrido de mas
de 230 kilómetros y casi 5000 metros de desnivel entre Barcelona y
la estación de esquí de Arcalis (Andorra), que se preveían pasados
por agua. Las últimas noticias desde la organización, antes de ir a
dormir, son que no se suspende la prueba.
A las 5 de la
mañana me levanto mirando al cielo y no cae ni una gota, incluso se
ven las estrellas. Signo de que las nubes que tenían que estar
descargando sobre Barcelona aún están de camino. Desayuno fuerte,
preparo el material y nos vamos dirección al punto de salida, el
velódromo de Horta en Barcelona.
A falta de pocos
minutos para la salida se puede observar que casi la mitad de los
inscritos se han quedado en sus casas sabiendo lo que desde el cielo
acechaba. Así pues, la salida la tomaremos unos trescientos
participantes que con actitud algo inconsciente y mirando al cielo,
entramos en la cuenta atrás de diez segundos para la salida.
Ocho... siete... seis... y empieza a llover! Se oye un rumor genera de desagrado. Toca enfundarse el chubasquero que,
perfectamente doblado, reposaba en la espalda a la espera de lo evidente. Dos... uno... SALIDA!!
No pararía de
llover durante todo el camino.
Desde los primeros
metros tenía claro que iba a darlo todo para intentar ir con el
grupo de cabeza, como mínimo, hasta el primero de los dos puertos
destacados de la etapa, el Alto de Serra Seca en el kilómetro 120.
Aunque no iba a ser fácil.
La cosa empieza
fuerte y ya en las primeras rampas de la Rabasada el grupo de cabeza
queda reducido a un unas cuarenta unidades, donde me engancho
apretando los dientes y sabiendo que ir metido aquí hace que pasen
los kilómetros de forma mas 'llevadera', inadecuada manera de
decirlo, ya que en todos los repechos y el puerto de la Clariana (700 metros ), las
pulsaciones se disparan para seguir formando parte de este grupo. La
tromba de agua que nos cae encima al paso entre Sant Cugat y Terrasa
es insoportable. Creo que en este punto es donde muchos de los
participantes se dieron la vuelta y muchos nos planteamos esa
decisión. Las riadas, mezcla de agua y tierra, cruzando las carreteras hacían las cosas mas
difíciles y los pasos ciegos con palmos de agua hacen que pongas los
cinco sentidos para no irte al suelo. Pero como el grupo no paraba,
yo no paraba.
Pasado el calvario
del tormentón, la lluvia afloja pero seguiría de una manera
constante hasta el final del recorrido, llegando al punto que el
cerebro la omite y solo se centra en pedalear.
Me siento
privilegiado por seguir en el grupo de cabeza (aunque había un par
de escapados a unos dos minutos) donde ya quedamos unos veinticinco, y ver que hay gente como Milton Ramos, que acabaría ganado la etapa. Además me encuentro con varios conocidos y muy buenos ciclistas con los que comparto algunas palabras en los momentos en que las pulsaciones me permitían hablar. El ritmo es alto y los kilómetros van pasando muy rápidos, tanto que los cien primeros los hacemos en menos de
tres horas (y no eran precisamente llanos).
Llegamos al
segundo avituallamiento y decido hacer parada rapidísima para llenar
el bidón y coger algún plátano. Un error fatal por mi parte, que
hace que pierda el grupo y me de un calentón insuficiente para
atraparlo. Los llego a tener a veinte metros, pero aquí empieza ya
el puerto de Serra Seca y llevo las piernas ardiendo como para seguir
su ritmo en la subida. Ahora veo claro que tengo que coger mi
ritmo y, si puedo, juntarme con algún rezagado que haga mas
llevadero todo lo que queda.
A pesar de ser un
puerto de tercera, se me hace durísimo con rampas
impresionantes. Subo a mi ritmo y veo que voy cogiendo a gente que ya
se ha soltado también del pelotón de los favoritos. Me junto ellos
para compartir toda la subida. La sorpresa me viene cuando aparece a
mi lado el coche oficial de la carrera y el copiloto me dice
"¿necesitas algo?". Esto de la Etapa del Tour va en serio,
ahora si que me siento como un profesional. Aprovecho para cambiar
botellines, coger comida y llenarme de positivismo debido a aquella
novedosa situación para mi.
Coronado Serra-Seca y después de la
larga bajada del duro puerto, con la precaución por encima de
cualquier otra aptitud debido al suelo mojado y grandes pendientes,
el camino hasta Andorra sería una suceso de relevos entre cuatro. Si te ponías a rueda recibías en la cara todo el agua que escupía la rueda trasera del
predecesor. Si decidías tirar, el aire que soplaba fuerte de cara y la lluvia eran insoportables. ¿Tirar o ponerte
detrás? A sufrir de cualquier manera.
La llegada a la
Seu d'Urgell es un alivio ya que llegamos al tercer avituallamiento
antes de entrar en el País dels Pirineus. Paro allí unos cinco
minutos para comer bien y comentar la jugada con los tres que allí
estábamos. Alguno se queda para llamar y que lo vengan a buscar. Yo
empiezo a coger frío y decido tirar para delante ya en solitario y
encarar los 45 km que quedan hasta la linea de meta. Los más duros.
Una vez paso la
frontera, el camino ya pica siempre para arriba y concienciado de lo
que me va quedando y la velocidad de crucero que llevaría hasta el
final, voy haciendo cálculos para saber el tiempo que me quedaba sobre
las dos ruedas. Durante todo el recorrido he ido comiendo bien y eso
se nota en que siempre hay fuerzas para darle al pedal aunque sea con
todo el desarrollo metido y tomándote el tiempo necesario en cada
subida.
Veinte kilómetros
a meta. Una vez dejo atrás la población de Andorra la Vella empiezo
a ser consciente de la temperatura que hace cuando veo que de mi
respiración sale una gran nube condensada. Sigue lloviendo, no ha
parado ni un momento. Siempre para arriba y cada vez mas duro. Último
control de paso antes de la meta. Sólo diez kilómetros y ya está. O
eso piensa uno hasta ver las rampas que le vienen encima al empezar
el puerto de categoría especial de Arcalis, que con una pendiente media
de casi el 9% hunden moralmente a cualquiera. Los cálculos no fallan, la velocidad es de diez kilómetros por hora y quedan diez kilómetros. Una hora y se acabó!! Pero no se acaba
nunca, curvas y mas curvas y pendientes muy pronunciadas. No me
siento las manos ya que la temperatura ya debía ser de unos 2 grados
y me dan calambres en los brazos al intentar cambiar el piñón. Los
carteles de los kilómetros pasan muy lentos. Seis, cinco, cuatro,
tres.... Aquí es donde me da un subidón al ver que mis 'asistentes
personales', llegaban a tiempo para recoger lo que queda de mi. Me
animan mucho, me hacen un par de fotos y se van a esperarme a la
meta. Dos kilómetros, uno... El ultimo kilómetro es llano, pero ya
da igual, cuesta un mundo arrastrar la bicicleta en esa situación.
Mucho frío y empieza a caer nieve. Cruzo la meta sonriendo y
aplaudiendo a los organizadores. Durante toda la prueba toda la organización ha sido perfecta a pesar de las circunstancias, tanto en avituallamientos como en asistencia mecánica.
Un grupo de
voluntarios me cogen y me dicen que me baje de la bici tranquilo y
sin prisa que ellos me aguantan para no caerme y mientras me quitan
el chip, me dan algo de beber. Ya soy Finisher de esta.... locura,
porque hoy esto ha sido una aventura de locos.
Después de haber
terminado y con los pies y manos ya calientes, consciente de que hemos
vivido, puedo decir que el solo hecho de estar en la línea de
salida, con lo que sabíamos que iba a caer, tiene mucho
mérito. Y a parte de felicitar a todos los que han acabado (sin
tener en cuenta ningún tiempo o posición), también hay que
felicitar a los que se han quedado por el camino, ya sea a 40 o a 5
kilómetros de llegar. Ha sido un día de locos, pero yo me he
divertido igual que he sufrido.
El año que viene
repito seguro.
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